Lejos, muy lejos, quedaron esos días en que sólo sabíamos de títeres por el casual encuentro con algún titiritero transhumante que pasaba por la ciudad. O por una que otra revista de curiosidades que legaba a nuestras manos mientras esperábamos ser atendidos por el dentista, el oftalmólogo o el peluquero.
Los más osados escudriñábamos en librerías y bibliotecas sobre títeres, marionetas o teatro de sombras. Así llegábamos a saber, con años de atraso, de la existencia de tal o cual compañía o de tal o cual maestro de muñecos en algún país, casi siempre, alejado del nuestro.
La televisión trajo un poco más de información, y los muppets de Tim Henson fueron por años la mayor referencia al arte del títere.
Otro espectáculo que se le aproximaba bastante eran los ventrílocuos. Ellos generalmente iban y venian en espectáculos revisteriles o programas de humor para adultos. En Chile por muchos años vimos con alegría las presentaciones de “Tatín”, a cargo del Tato Cifuentes, quien lamentablemente sufrió la tragedia de entrar en la lista negra del “amo de la televisión chilena”, Don Francisco (Mario Kreutzberger). Según el mismo Cifuentes contara, el obeso y millonario animador se encargó de vetar la presencia de Tatín en los escenarios televisivos de Chile. Así fue decayendo la fama, y la fortuna, de este gran ventrilocuo. Lo último que se supo de él es que andaba recorriendo escenarios de provincias y actuando por miserables cantidades de dinero, lo justo para no morir en la pobreza y el abandono que ataca a muchos artistas chilenos.
Así como Tatín llenaba las pantallas allá por los años 70 y comienzos del 80, también aparecieron muñecos en programas infantiles y algunos incipientes talk shows. Pero a quienes llevamos el guiñol en el corazón no nos era fácil encontrar información actualizada del mundo del teatro de muñecos. Excepto, como dijera antes, mediante el encuentro casual con titiriteros nómades o por algún amigo o amiga viajero que se encontró en la ruta con este arte milenario.
Ahora la cosa es totalmente distinta, gracias a la tecnología, que no es otra cosa que un producto del maravilloso ingenio humano, los titiriteros del mundo podemos encontrarnos, conocernos, comunicarnos y desarrollarnos en fracciones de tiempo casi instantáneas. No importando el lugar ni la distancia que separa uno de otros. Incluso hasta se han superado diferencias idomáticas.
Un excelente ejemplo de esta nueva forma de relación entre titiriteros es TITERENET y su red de información, enlaces, directorios y materiales de apoyo para quienes vivimos “con los monos”.
La globalización, que es de hecho una situación más que nada de relaciones comerciales y flujos de capitales libremente por el mundo, puede considerarse también como un fenómeno que a nosotros los titiriteros nos ha beneficiado de sobremanera. Hay más acceso a las fechas y lugares de los festivales, encuentros y congresos de teatro de muñecos. También hay más acceso a nombres, lugares, libros, historias, técnicas, materiales, consejos, etc., que perfeccionan nuestro arte y amplian las posibilidades de desarrollo grupal e individual, todo en directo beneficio del público y de la preservación del títere.
Quién sabe que más nos depara la inteligencia humana para el futuro. Sin embargo aún sigue siendo mágico ver las caritas de los niños de alguna alejada comunidad selvática o campesina, ajena a internet, cuando observan las aventuiras y desventuras de los personajes en una obra de guiñol. Y las podemos ver gracias a que un amable titiritero las puso en internet, en su blog o su web y la comparte con todos nosotros, sin tener que esperar meses o años hasta encontrarlas en una vieja revista o contada por un andariego titiritero.
Y si aun no han visitado TITERENET será pòrque siguen esperando en la orilla del camino que pase el carromato del viejo titiritero, y eso puede durar mucho... mejor tomen el atajo y sean bienvenidos, que por allí nos encontraremos.
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